El mensaje de Blade Runner 2049

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¿Por qué existe algo y no más bien la nada? Es una pregunta que el pensamiento occidental se ha hecho durante siglos. Este cuestionamiento obedece a la búsqueda del origen de nuestra existencia y la de todo lo que nos rodea.

Blade Runner 2049 tiene una fuerte conexión con la interrogante sobre la existencia y sus consecuencias. Denis Villeneuve comienza haciendo dos declaraciones fuertes mediante la imagen, en los primeros segundos de la cinta ya nos ha dado una pista de sus intenciones y ha puesto la pregunta sobre la mesa. En estos primeros cuadros tenemos dos puntos clave: la introspección, a saber, el ser interno, y la capacidad de lo infinito mediante lo finito.

Las primeras secuencias del filme son, quizás, las más complejas de digerir y las que plantean las preguntas que hemos de ir haciendo hasta llegar a la misma sintonía del director. Es como si nos propusiera un lenguaje y de a poco fueramos llegando a él hasta entablar un diálogo. Así, pues, los minutos iniciales representan un trauma como significante de intentar entender la existencia.

¿Qué nos distingue como seres existentes?

La ciencia ficción se ha preguntado muchas veces por esa diferencia que nos distingue en absoluto de otras existencias, tanto en lo particular como en lo general, o visto de otra manera en el sujeto y la masa. Sería casi imposible decir qué es lo que nos hace ser; empero, siempre podemos ir por el camino contrario… que es no ser. Aquí nos tenemos que detener y saber que la nada no es igual al no ser, sobre todo porque la nada no se puede pensar y llegar por ahí sería invalidar todo lo que hemos dicho.

Pensemos en el Blade Runner cuando es interrogado luego de cumplir una misión. Se supone que se hace para revisar su estado mental, su estado psicológico… ¡Momento! ¿Cómo que su estado psicológico? Recordemos que también él es un replicante y por tanto no podría tener una psique sino una simulación de ésta que se basa en estímulos programados aleatoriamente. Entonces, ¿Qué es lo examinan de él? Pues podríamos asumir que más bien es una prueba parecida a la de Turing, de manera que el interrogador se cerciora que la máquina se sabe una máquina y que no tiene intenciones más allá de la físicas. En la prueba real se busca que el interrogante no sepa que está tratando con una inteligencia artificial, pero en este caso lo que se busca es que la máquina asuma su rol y no comience a generar algún comportamiento que lo haga pensarse humano. De esta manera nos damos cuenta que desde la negación podemos ver qué nos hace ser únicos y existencias esenciales, que no dependen más que del azar para ser, mientras que la existencia de los nexus depende de un deseo de creación.

La frialdad con la que K contesta a una cámara, muy parecida a la que usó Kubrick en 2001, no es una cuestión de mostrar a un tipo duro e interesante, ¡No! Por el contrario, nos hace entender que responde de la misma manera que nuestras computadoras cuando hacemos clic en ver la hora, es decir, ejecuta una rutina preestablecida en la cual no debe haber anomalías y que no hace nada fuera de su código.

Es necesario haber dicho todo lo anterior para que no se olvide, pero es una esquina común que ya se ha explorado miles de veces… “La máquina más humana que el humano” y “humano demasiado humano”.

Blade Runner sí se trata de lo humano y qué es lo que hace una existencia humana o lo contrario, pero hay algo que es más importante que todo eso, un punto que la película original ya trataba, emulando escenas de otros directores, y eso es:

La naturaleza.

No es una coincidencia que Roy Batty suelte al vuelo una paloma blanca cuando ha llegado el momento crucial del ser: la muerte. Ridley Scott entendió muy bien el consuelo metafísico en la naturaleza que Tarkovsky representaba en sus cintas. El ruso lo hacía en una época en la que el materialismo gobernaba el mundo y Scott lo realizó cuando la chica material reinaba el mundo con un solo axioma: “consume todo lo que puedas mientras puedas”. En 1982 el vuelo de la paloma representó la extinción del ser, la representación del alma… igual que en el cine de Tarkovsky.

Ahora, en 2017, no tenemos una paloma para la nueva cinta, algo que sí tenemos en el corto animado que conecta el filme original con el recién estrenado, sino que tenemos la nieve, tan pura y tan fría, como un poema japonés que habla de la muerte y no de la felicidad del invierno y la navidad. Así K se recuesta en la nieve a morir, mientras toda esa pureza muerta le rodea y al más puro estilo del cine clásico un rayo de luz muy tenue ilumina el final del ser… ¡Pero el final es la comprobación! Cuando se acaba significa que existió. Es una forma traumática de verlo pero no hay entendimiento sin trauma.

Joi no se trata sólo de la melancolía de una existencia vacía, o de lo artificial que es el amor pagado, también se trata de un aparato que no ha sido diseñado para experimentar el sentir y sin embargo cuando las gotas de lluvia tocan su holograma logra llegar a la experiencia estética, al momento de la belleza; en la que no hay necesidad de ver a la naturaleza como violencia sino como una madre que nos arrulla y nos protege con sus maneras de manifestarse.

Hablando de violencia, ésta no se presenta en las secuencias de acción sino en el lugar donde reside Deckard. Azotado por la radiación y convertido en un desierto es una forma alegórica de mostrar la decadencia y la brutalidad de la existencia, desde el momento en que llegamos a este lugar lo que experimentamos será melancolía y la náusea que provoca encontrarnos cara a cara con la existencia.

No pretendemos explicarles toda la cinta, porque lo que vale la pena es vivirla, y sobre todo el autor de este texto está cansado de ver cómo Internet se inunda de gente explicando el filme como si no fuéramos capaces de entenderlo, para cuestiones prácticas esto fue escrito para abrir el debate y leerlos en sus comentarios.

Staff Atomix
Equipo de editores de Atomix.vg