Atomix World Cup – Crónica de un descenso anunciado

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por Joaquín Guillén Márquez (@joaguimar)

Atomix World CupNo siempre fui futbolero. O quizá sí y dejé de serlo. Tenía apenas unos meses de nacimiento cuando empezó el mundial de Italia 90. La anécdota, dicen —porque no lo recuerdo—, es que la única manera en la que me mantenía tranquilo era viendo partidos que, para mí, sólo están en la tabla de resultados. Ya lo anunció Juan Villoro cuando dijo que los partidos de futbol existen en tres planos: en la voz de los cronistas (musas que cantan a los coléricos y a los de multiforme ingenio), el partido real que se vive en la cancha, y el que transcurre en la mente de los aficionados. Al final todos estamos condenados al tercero.

Le voy a los Pumas, pero no fui a ningún partido del equipo de mi corazón azul hasta hace un año y medio. Fui al Olímpico porque estaba en mi farewell tour de la universidad. Estaba por terminar mi licenciatura e intuí que debía cumplir con los clichés de lo que significa estudiar en la UNAM y, muy en particular, en la H. Facultad de Filosofía y Letras. En mi lista de cosas por hacer estaba ir de hincha a un partido de los Pumas, tomar unas cervezas en Las Islas, visitar todos los bares de Copilco y tener citas con al menos una chica de cada facultad del campus universitario. Al final sólo fui al partido. Pumas contra León, terminaron 0-0. Fue soporífero.

El futbol es identidad. Usualmente somos seguidores del equipo por tradición familiar. Mi abuelo, originario de Jalisco, es de las chivas: legado que pasó a la mayoría de mi familia materna; mi papá, Toros Nezade Veracruz, era rojo liso (contrario al rojo rayado de las chivas) y tenía simpatía por los tiburones del Veracruz. Mi hermano eligió ser de las chivas, pero yo no. El primer partido que presencié en vivo fue un encuentro entre los Tiburones Rojos y el Toros Neza, el equipo de mi localidad que hizo época. Decidí no seguir ninguno de esos caminos y ser puma. Digo “decidí” pero en realidad no hay una elección consciente. Un día uno se despierta y se da cuenta de que está en una relación sentimental que suele dar más penas que alegrías.

Football Manager no fue el primer juego futbolero que probé. Ese sería un FIFA, pero mentiría si digo una versión. Mi tío tenía un PlayStation que rentaba, nosotros íbamos con él y veíamos que era uno de los juegos más populares de la muchachada. Lo que sí sé es que la primera vez que tuve mi fever pitch virtual fue con el FIFA 2007, para el XBOX. Con mi hermano teníamos ese extraño ritual de sólo jugar en la cancha. Nuestros problemas de comunicación externa se volvían invisibles en la cancha de estadios cuyo nombre no recuerdo. Al principio nos enfrentábamos entre nosotros, deportivo-ceania-metrodespués comenzamos a jugar como equipo. Como no nos decidíamos entre las Chivas y los Pumas, elegíamos jugar con la selección mexicana. El equipo de todos se convirtió en nuestro equipo.

Mientras jugaba FIFA, mi afición por el arte de las patadas crecía de manera constante. Pero siempre fue frente a la pantalla, ya sea a través de las televisoras o de los videojuegos. Pocas veces me decidí a jugar “de verdad”, una de ellas fue en el llano del Deportivo Oceanía. Sólo participé dos sábados seguidos, aunque jugué en todas las posiciones (no es que sea versátil, sino que los titulares no habían llegado y tuvieron que improvisarme). Si digo que tuve una actuación destacada sería un arma de dos filos, pues sí la tuve: para mal. Mi tipo de cuerpo es el de alguien que va siempre por el centro, por lo que me sentía cómodo como mediocampista de contención, pero jugué muy poco en la media. Me pasaron a la defensa y después a la portería, donde hice una atajada providencial. Después me encajaron tres goles y tuve que jugar de delantero. No metí ni un gol.

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Jugar en la cancha y jugar con el control son dos experiencias igual de pasionales, aunque una tiene ventajas deportivas que ayudan a la salud y el otro sólo alimenta los aspectos emotivos del juego. Quizá es por eso que mi modo favorito en el FIFA y en el PES siempre fueron los de Director Técnico. En el FIFA, particularmente, elegía a mis Pumas. Vendía a un par de jugadores y me coronaba campeón de manera inmediata. Jugaba con un medicampo compuesto por David Cabrera y Diego de Buen (canterano universitario que fue cedido al Puebla y ahora milita en Pachuca), después tenía a Javier Cortés como 10. Mis tres pumitas, que de alguna manera reflejan mi deseo de verlos en la cancha, de seguir el espíritu del Club Universidad, de exportarlos a Europa. Al final de la temporada me iba a otro equipo (de América sólo me iba al campeonato de Brasil; de Europa elegía a un equipo de media tabla en las ligas italianas o francesas. Para mí era normal. España, Inglaterra y Alemania debían esperar).

Leon_FC_logoNunca he entendido la pretensión que rodea a ser fanático de los que ganan siempre. Esto es peor en el futbol, donde el fanático de pie está condicionado para elegir a su club. No tiene ningún chiste irle a los que lo ganan todo. Y no es que uno elija a un equipo de futbol que nunca gane, pero hay que considerar que el que un equipo salga campeón dos veces consecutivas es raro. Y más en una liga como la mexicana, donde se privilegia el resultado inmediato y se desprecia al proyecto a largo plazo. Por eso celebramos el bicampeonato de, sí, mis pumas (y recientemente al León).

El aficionado no suele tener la oportunidad de decidir a qué equipo irle. Si le vamos a un equipo por tradición es porque es nuestra herencia sentimental más cercana. Quizá por eso no creo en ser hincha de un equipo que ni siquiera juega en nuestro país. Lo que es posible es tener simpatías, por cómo mueven la pelota o la filosofía que manejan. Pero no es el mismo nivel de sentir las victorias o, principalmente, las derrotas.

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La experiencia en el FIFA y en el PES siempre fue la del táctico que puede entregarlo todo en la cancha, aunque sabemos que eso suele ser imposible. En el llano mis habilidades son nulas, pues aunque mi corazón quiera defender los colores de mi colonia, mis piernas no dan para mucho. No sucede así en los videojuegos: soy el que decide la forma de entrenamiento, las alineaciones, los sustitutos y la alineación.

Entrenaba siempre, en especial para tenerlos en buena salud. Una lesión era fatal a mi equipo porque no me llenaba de futbolistas: tenía a dos equipos (uno para jugar en liga, otro para jugar las copas) y cuatro sustitutos para cada línea del campo. Jugaba con tres defensas, un mediocampista de contención, dos volantes, tres medios ofensivos y un delantero de área. Cuando la táctica no me alcanzaba, las ganas de ganar eran suficientes para que tomara el control y comenzara a mandar centros y disparos de larga distancia. Perder, o empatar, siempre me dejaba un mal sabor de boca.

Lamentablemente esto no era así en Fotball Manager.

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Hay partidos que, parece, los fantasmas también juegan. Sólo así me explico el gol de chilena que metió Raúl Jiménez en el Azteca. Sin ese chispazo a México no le habría alcanzado para jugar ni el repechaje.

¿Qué fantasma poseyó a Raúl Jiménez? Pienso en Pelé o Maradona, quienes se hicieron leyendas en esa misma cancha. Lo dudo: mi corazón dice que no fue una estrella internacional, sino Hugo Sánchez, quien no dio alegrías a la Selección Mexicana.

football-manager-2014En Football Manager era un fantasma. Uno feliz, creo. Puedo contar con los dedos de una mano los juegos que de verdad me han obsesionado, al grado de no hacer algo más por el tiempo que dure esa adicción. Football Manager es, en ese sentido, el caso más grave que he sentido. Sé que mis videojuegos favoritos tienen un momento en que la pantalla se vuelve negra y comienzan los créditos, indicando al jugador que ahí se acaba el mundo ficticio, que todo lo vivido (a menudo más real que mi vida) es sólo una historia que un par de personas escribieron, unos privilegiados produjeron, y cientos programaron. Sólo uno lo jugaba: Joachim Guimar.

Joachim Guimar fue mi avatar en Football Manager. Él era portugués, pero era Director Técnico en Escocia. Fue un error grande, pues jugué dos temporadas con el Hearts y me di cuenta de que me era imposible ser entrenador en un buen equipo de Francia o Italia. Según google, ser Director Técnico de un gran equipo en Football Manager es una de las complicaciones más grandes para videojugadores. Por eso borré a Joachim Guimar, el portugués, y creé a un Joachim Guimar mexicano, Director Técnico del Villarreal en la segunda división de España.

La primera temporada de un Director Técnico siempre debería ser la más rocosa. Después de todo, se debe mantener el proyecto a largo plazo y priorizar el buen juego sobre salir del bache para entrar a otro. Con esto en vista, mi equipo del Villarreal era fenomenal: en la delantera tenía a un magnífico Giuseppe Rossi, y a Bruno, mi gran mediocentro. La base del equipo era primordial, pero siempre encontré una gran fascinación en ver crecer a los jugadores. Con muy poco presupuesto armé una alineación de jóvenes talentos menores de 22 años, lo que cuatro años después (en el juego, en tiempo real fue una semana) me recompensaron con un triplete que pocos equipos consiguen: ascendí a primera división, gané la liga, me coroné en la copa y triunfé en la Champions.

Por supuesto que es muy difícil mantener una etapa de oro en un equipo. Después de cinco años como Director Técnico del Villarreal, mis jugadores comenzaron a sentirse atados y clamaban por salir a un equipo que les pagara más o uno más reconocido. Después se fracturó Carlos Fierro y pasé seis meses sin mi máquina goleadora, además de los jugadores de mi primera plantilla que se retiraron, no quise renovar o relegué a la banca. Fui destituido por entregar tan malos resultados una temporada después de que dominé el futbol mundial por todo un ciclo mundialista.

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El futbol es siempre lo que podría ser. El Director Técnico, el gamer y el futbolista son una triada que siempre pone sus pasiones y esperanzas en jugadas que, contrario al ajedrez, podrían desarrollarse de cualquier manera. No vemos futbol porque sea predecible, sino por los chispazos de genialidad que, muy de vez en cuando, pasan del terreno de lo posible al de la memoria.

Joaquín Guillén Márquez (Nezahualcóyotl, 1990) es narrador, crítico y nintendero. Actualmente es asistente editorial en la revista Tierra Adentro y beneficiario del focaem, categoría jóvenes creadores.

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