2017 fue una verdadera locura para el medio. Prácticamente mes con mes teníamos una o más grandes entregas que se perfilaban para ser contendientes a títulos de Juego del Año. Nintendo se paraba en terrenos inciertos luego de un claro fracaso comercial, poniendo buena parte de su futuro en un producto que una vez más se salía por la tangente y dejaba de lado la competencia que pudiera haber con Xbox y PlayStation. El concepto del Nintendo Switch nos enamoró casi de manera instantánea gracias a la excelente comunicación que se tuvo, pero sobre todo, a algo llamado The Legend of Zelda: Breath of the Wild, juego que al igual que la consola híbrida, se encuentra celebrando un año de existencia, tiempo que por supuesto, ya nos da una perspectiva mucho más amplia de lo que es su legado.
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