¿Disfrutas lastimar a otros?, pregunta una de las tres enigmáticas figuras sentadas frente a ti con sus rostros cubiertos por máscaras animales para ocultar su identidad. La decoración chillona y maximalista del interior ochentero se rarifica a través de una luz estroboscópica y tus ojos, alterados por la droga, multiplican diminutos resplandores y pulsaciones por doquier. No respondes nada a los enmascarados: la respuesta a sus preguntas no importa. Sabes que sus palabras sólo pueden significar una cosa: has comenzado un viaje al infierno.
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