Review – Child of Light

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No sólo es un juego divertido en cuanto a mecánicas, sino también un testamento de lo que pueden ser los videojuegos en términos estéticos.

A décadas del surgimiento de los videojuegos, seguimos discutiendo sobre la naturaleza del medio. No es que no se pueda definir el núcleo de éstos, el problema termina siendo la presentación y demás agregados, que acaban confundiendo o robando la atención de los menos agudos.

Child of Light es un libro que cobra vida, pero también es descrito como un poema hecho videojuego. Estas afirmaciones podrían sonar en exceso pretenciosas y hasta banales, sin embargo el resultado del juego habla por sí mismo. En el fondo tenemos un RPG de combate estilo japonés en el que te mueves a través de un mundo de plataformas resolviendo puzzles. Encima de esto, yace una historia de cuento de hadas contada en forma de libro ilustrado. Todo está tan fuertemente enlazado que es difícil encontrar las costuras.

De principio, tenemos un juego impresionantemente bello en lo evidente. Esta idea del libro que cobra vida no es exageración o un bonito halago, sino una descripción analítica. Antes de comenzar a jugar se nos cuenta una historia en las páginas ilustradas de lo que podría ser un libro infantil del siglo XIX, como los de Beatrix Potter.

No sólo se trata de ilustraciones agradables y delicadas, sino del tono de esta historia y su narración. El juego se encuentra narrado en rima y suena tan apacible como una canción de cuna y aunque los diálogos de los personajes no cuentan con audio, están cuidados bajo los mismos principios. Las animaciones en los cutscenes son bastante llamativas y coloridas, como si el producto final fuera una animación para niños. Cabe destacar que la etiqueta de “infantil” en este juego tiene que ver más con la estética identificada de esta manera, no con que el juego sea exclusivo de este público; Child of Light está lleno de guiños que todo el mundo podrá disfrutar en distintos niveles.

 

Érase una vez una niña perdida

Se nos cuenta la historia de Aurora, una pequeña princesa de Austria a finales del siglo XIX que cae víctima de un extraño mal, en un largo sueño, como muerta. Así es como despierta en la tierra fantástica de Lemuria, de la que buscará regresar con su padre, el rey, que es lo único que le queda en el mundo (pues su madre está muerta). Ante el desconcierto de la situación, poco a poco vamos conociendo una siniestra historia en la que buscaremos restaurar el sol, la luna y las estrellas, astros robados por la villana conocida como Black Queen. Esta historia nos recordará a juegos como Little Nemo: The Dream Master, o Puppeteer, y al segundo aún más por la referencia explícita a los libros ilustrados y los cuentos de hadas.

El principio nos recordará a Limbo, una pesadilla en la que despertamos sintiendo el lodo bajo los pies y el vacío que deja el aire helado en los pulmones. Comenzamos en un bosque umbrío y violento, con criaturas que parecen salidas de un bestiario infantil.

El hecho de que nos encontremos en Lemuria no es fortuito, ya que éste es un supuesto continente hundido debajo el Océano Pacífico y del Océano Índico, el cual levantó gran especulación durante el siglo XIX, la época en que se lleva a cabo la historia. Podemos imaginar a la comunidad científica y la aristocracia austriaca debatiendo sobre la existencia de esta tierra fantástica, que se habría de quedar en el imaginario de Aurora y su largo sueño de aventuras.

 

Belleza ante nuestros ojos

Ya entrando en el juego, vemos el esplendor del sonado UbiArt Framework, el motor gráfico que conocemos por juegos como Rayman Legends y el próximo a salir, Valiant Hearts: The Great War. Éste permite tener una serie de ilustraciones en movimiento en lugar de ver renders tridimensionales. Child of Light emula distintas técnicas como la acuarela y el pastel y posee detalles increíbles como la textura del papel y la tinta. Cada escena– sin excepción de la parte del juego en que nos encontremos– es una detallada composición con gran número de capas y detalles que, a veces, nos harán detener nuestro avance para apreciar el paisaje. Éste no es un juego para los apresurados que buscan terminar en el menor tiempo posible: no sólo porque es un RPG, sino porque sería un gran desperdicio el dejar pasar la belleza visual de cada momento.

El único problema de este apartado que no logro explicar es Aurora, la protagonista del juego: en vez de ser una ilustración hecha a mano como todo el juego, está modelada en 3D con cell shading; es algo desconcertante porque es el personaje que más tiempo vemos durante el juego. Quizá se debe a que su cabello flota en el aire como si estuviera debajo del agua y esto requeriría demasiado trabajo, pero tampoco tiene mucho sentido cuando vemos el inmenso esfuerzo detrás de todo el juego. No es que Aurora se vea mal, pero definitivamente podría lucir muchísimo más como el juego en general.

Sin embargo, durante los diálogos, se muestran ilustraciones de buen tamaño de los personajes, que incluso hacen gestos que reflejan sus estados de ánimo, haciendo un deleite su interacción. Además, el guión está excelentemente escrito, con mucho humor y juegos de palabras sutiles que, al parecer, muchos pasan desapercibidos. Desde que se supo que Jeffrey Yohalem estaría a cargo del guión, sólo pude tener escepticismo, más que nada porque es conocido por trabajar en series como Assassin’s Creed y Far Cry; después de todo, un juego de este giro sería algo radicalmente distinto. Los resultados son sorprendentes y demuestran la gran versatilidad de los estudios de Ubisoft.

 

Una aventura de valientes

Aunque la historia y presentación de Child of Light se enclavan en la tradición europea, el corazón del juego es un JRPG con sistema de batalla con turnos. Como es de esperarse, tendremos que recolectar ítems que nos servirán para diferentes propósitos a lo largo del juego. Desde el principio, comenzamos con Aurora, quien será acompañada por una libélula mágica que controlaremos con uno de los sticks del control o, en el caso del Wii U, con el touchscreen del GamePad. Este personaje agrega un toque point and click, como ya hemos visto en Raymand Legends o Puppeteer, y nos servirá para recolectar Magical Points (MP) y Hit Points (o Health Points, HP) en áreas que no podemos acceder con nuestro personaje, pues puede volar a donde sea y hasta atravesar paredes.

Encontraremos cofres con objetos valiosos (así es, la gran variedad de pociones y gemas que habríamos de esperar) que nos servirán para avanzar durante el juego. Contamos con un sistema de crafting de piedras preciosas (rubíes, zafiros, esmeraldas, etc.) que podremos combinar para obtener piedras llamadas Oculli, que asignaremos a las diferentes áreas de nuestros personajes, como la defensa y el ataque; esto sirve para agudizar las capacidades que se vayan desbloqueando de sus respectivos árboles de habilidades.

Conforme avanzamos, iremos conociendo más personajes que se unirán por sus propias razones a nuestro grupo (party). Aquí es donde se bifurca la historia y sus motivaciones: cada uno tiene una razón para unirse a la causa de Aurora. Child of Light es altamente intuitivo, seguramente para no alienar al público ajeno a los juegos de rol japonés, y es por eso que la progresión en cuanto a los personajes de nuestro grupo es bastante lógica e inteligente.

Aurora entra a la batalla con una espada mágica, pero también se nos unirán otras criaturas, como duendes, animales y otros humanos, que en conjunto nos permitirán armar estrategias complejas pero divertidas.

Como es de esperarse, poco a poco subiremos el nivel de nuestros personajes gracias a la experiencia de la batalla. Aquí es donde brilla uno de los aspectos más disfrutables: la progresión puede prescindir de prácticas como el farming y el grinding; esto se balancea cuando jugamos en modo difícil pues las batallas (tanto de jefes como enemigos comunes) podrán llevarnos mucho tiempo de ensayo y error, dependiendo del replanteamiento de nuestra estrategia más que en la repetición.

El sistema de combate se basa en la conocida barra que nos muestra gráficamente la velocidad de los ataques, con lo que podremos determinar fácilmente el turno de nuestros personajes. Cuando se entiende el funcionamiento de este sistema, a diferencia de otros juegos que logran hacerlo tedioso, nos encontraremos gritando frente al televisor para comprobar que nuestros cálculos eran correctos y que llegamos al turno de ataque sin recibir daño. Realmente, el juego ni siquiera requiere de tutoriales. Cualquier persona con sentido común, después de un par de horas, logrará sumergirse en el fragor de la batalla.

 

Un mundo de luz

Uno de los aspectos más llamativos del juego, sobre todo para quienes no sean fanáticos de los RPG, es que Child of Light también es un platformer. Al principio del juego tendremos un sistema con físicas similares a las de Limbo, en el que caminamos y saltamos para avanzar por el bosque, esquivando peligros y usando objetos como cajas para acceder a ciertas áreas. Sin embargo, al poco tiempo adquirimos la habilidad de volar, lo que rompe totalmente el primer sistema para apreciar el verdadero diseño del juego y los niveles. Aunque el elemento de meramente plataformas y saltos pierde sentido, el avance se hace como el de los niveles de agua de un juego del género, en el que aún requerimos de mucha precisión para atravesar entre espinas y por obstáculos que se mueven con determinado ritmo.

Ya que podemos volar, el mundo y sus niveles tienen un tamaño adecuado para la exploración: nos mantendrá buscando por los rincones y caminos que se bifurcan, así como en cavernas o puertas hacia interiores. La historia nos llevará por bosques, villas, montañas, abismos, cascadas y demás lugares bellamente detallados, que nos dejarán con la impresión de que ésta es una de esas aventuras que vale la pena contar siglos después, esa aventura de un sueño infantil del que lamentamos haber despertado una mañana.

Desde el momento en que supe que Béatrice Martin (mejor conocida como Cœur de Pirate) estaba a cargo de la música, me emocioné bastante, pero creí que sólo aportaría una canción y ya. Sin embargo, no fue así: ella compuso toda la música que nos llenará de una melancolía que podríamos describir como “saudade francófono”. Siendo Martin de Montreal, no me extraña que la hayan elegido para la música, pero ésta demuestra ser una gran elección pues sus instrumentales con sabor chanson, se acoplan perfectamente a este mundo de acuarelas. Sin duda, Child of Light es uno de los juegos con mejores soundtracks de los últimos años, hace palidecer de vergüenza a los RPG tradicionales con sus fanfarrias con secciones de metales gastados o batallas con fondos de J-Rock.

Para esta reseña se utilizó la versión de PlayStation 4; también está disponible para Wii U, PC, Xbox One, Xbox 360 y PlayStation 3.×

Un final feliz

Child of Light no sólo es un juego divertido en cuanto a mecánicas, sino que es un testamento de lo que pueden, en términos estéticos, ser los videojuegos. Si piensas que éste es sólo una linda figura de porcelana que se quiebra a la primer caída, será porque tienes las torpes manos de un niño. Éste es un gran juego que les dejará un agradable sabor de boca de principio a fin y que proporcionará muchas horas de emociones apacibles. Me parece que el gran problema de este juego es su precio: menos de 20 USD nos haría pensar que no es un AAA, sino una experiencia efímera. Sin embargo, en realidad es una gran producción que merece competir por nuestra atención. Éste es el viaje perfecto para aquellos que desean redescubrir la infancia, que se pierde cuando uno piensa que ya lo ha visto todo.