Reseña: World of Warcraft: Mists of Pandaria

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Nota editorial: Salomón es un gran aficionado a los MMOs. Ha probado muchísimos y es turbo fan de World of Warcraft. Cuando le comenté sobre reseñar su última expansión, no lo pensó dos veces. Esperamos sea de su agrado. Seguramente lo estarán leyendo más aquí en Atomix cuando se trate de hablar de el MMO más popular del mundo.

Hablar de la cuarta expansión de World of Warcraft es algo que, en mi opinión, requiere ciertas consideraciones. Hay dos comparaciones obligatorias que deben ser evaluadas. La primera es Mists of Pandaria contra las anteriores entregas y la segunda es World of Warcraft contra todos los demás MMORPGs. ¿Por qué es importante tener esto en cuenta? Por un lado, debido a que muchos jugadores hemos seguido la historia muy de cerca desde los sucesos ocurridos cuatro años después de que las razas mortales defendieron al mundo de la Burning Legion (o incluso desde antes) y ahora Blizzard nos presenta este nuevo capítulo en la historia de Azeroth. Por el otro lado, también es cierto que hoy tenemos muchas otras experiencias (DCUO por ejemplo) que nos pueden distraer o definitivamente extraer de las filas de la poderosa Horda o, en su defecto, de la Alianza.

Entonces, emerge de la bruma Mists of Pandaria.

Después de pelear con Onyxia, descender al Molten Core y derrotar a Ragnaros, AQ40, enfrentar a Illidan en el Black Temple, unirnos al Argent Crusade para acabar con el Lich King y salvar al mundo del cataclismo de Death Wing, ahora el conflicto se mueve a un nuevo mundo habitado por… ¿Pandas? ¿Y, además, practican algo parecido al Kung-fu?

El giro tan extraño que Blizzard le dio a este universo definitivamente da mucho de qué hablar. No es sólo porque hay pandas corriendo por todo el mundo. Estos personajes vienen con todo y sus dragones chinos voladores, sus “Kasa” y sus woks. Incluso el toque chistosito que le dieron al cinemático del principio podría dejar a muchos la gran duda de si vale la pena seguir invirtiendo valiosos recursos en este MMO.

Al igual que en Cataclysm, empiezas con una cadena de misiones para un jugador que te van introduciendo poco a poco al nuevo contexto. Por parte de la Horda, Garrosh parece empezar a quedarse loco y demanda al general Nazgrim conquistar el “nuevo mundo” en el nombre de la Horda. Por el otro lado, el Rey Varian ha perdido a su hijo, pues, curiosamente, estaba a bordo del único barco que encalló en este nuevo mundo.

Haciendo a los pandas a un lado por el momento, parecería que la trama regresa al origen en cuanto al conflicto: La Horda contra la Alianza. Incluso esta especie de locura de Garrosh me recuerda un poco a la sed de poder de Gul’Dan hace unos ayeres. Esta vieja pugna traída ahora a un nuevo mundo es exaltada por espíritus malignos conocidos como “Sha”. Estos espíritus son la manifestación física de las emociones negativas como miedo, ira y odio. Ellos obviamente son despertados por la riña entre las facciones y esto provoca nuevos problemas que deberás resolver. Así pues, este asunto que arrancó en segunda y con el freno de mano, se empieza a convertir en la nueva expansión de WoW.

¿Qué nos ofrece este nuevo capítulo? Para empezar, el paquete básico: ocho nuevas locaciones, nuevos dungeons, nuevas arenas y la posibilidad de llevar a nuestros personajes a nivel 90 junto con el incremento correspondiente en habilidades y profesiones. Que nuevamente hayan permitido subir sólo cinco niveles es una muestra de que la intención es llegar al contenido “end level” lo más pronto posible. Aunque ésta parece ser la tendencia en el tambaleante género, personalmente me gusta más la experiencia de ir desarrollando al personaje en cada nivel. Muy en línea con esto último tenemos el nuevo árbol de habilidades que ahora está regido por una especialización y tres poderes a elegir por cada quince niveles que sean alcanzados. Las habilidades inherentes a la especialización son independientes de los talentos de cada nivel. Este árbol se siente un poco genérico y con poca profundidad; sin embargo, es definitivamente más fácil construir a tu personaje. Además también es cierto que la mayoría de los jugadores tenía la misma combinación de habilidades para cada clase en el árbol anterior.

Otra interesante adición a las mecánicas del juego es el nuevo sistema de peleas de mascotas. Esta nueva dinámica, además de ser perturbadoramente parecida a Pokémon, puede ser de gran interés para muchos jugadores que han recolectado a estos pequeños amiguitos a lo largo del tiempo. El principio es muy sencillo: Armas un equipo de tres mascotas y te enfrentas a otros entrenadores de mascotas o a algún animal silvestre que encuentres en el mundo. A medida que vas ganando batallas, tus mascotas van subiendo de nivel y van adquiriendo nuevas habilidades. Además, puedes capturar a las criaturas silvestres para agregarlas a tu colección.

Hablando de la experiencia base del juego, también hay nuevas adiciones que prometen mucho. Para empezar tenemos los escenarios. Estas instancias son la solución perfecta para los jugadores que, por la razón que sea, no pueden hacer los dungeons convencionales. Los escenarios son pequeñas instancias con objetivos muy específicos que debes ir cumpliendo para poder ir avanzando. Son para tres jugadores de nivel 90 y no es necesario tener una configuración en particular. Es una manera rápida y divertida de obtener ítems.

Contraponiéndose a esto, tenemos ahora los challenge modes. Estos retos están hechos para los jugadores que buscan desafíos más allá de simplemente acabar una instancia. Estos retos consisten en competir contra reloj cuando entras a un dungeon e intentas vencerlo. Aquí se empuja al extremo tanto las habilidades de cada jugador como las del equipo.

En cuanto a las interfaces, podemos observar algunos cambios. La pantalla de creación de personaje ha cambiado haciendo más fácil visualizar la característica que estás escogiendo. Las barras de acciones han regresado a algunas cosas básicas. Por ejemplo, la barra de tótems de los chamanes ya no existe. También se han integrado nuevas ventanas al menú como la de las mascotas y la de escenarios. La ventana para buscar Raids también ha sufrido actualizaciones. En general, creo que este es uno de los fuertes de Blizzard. Es demasiada la información que te tienen que mostrar y, sin embargo, lo hacen de una manera amigable y amena.

Ahora sí: los pandas. No puedo decir que son lo que más me gustó de esta expansión. Pero, como todo, tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Las cosas que a mí no me gustaron son, para empezar, las pandas hembras. Simplemente se ven mal. Intenté crear una y de plano no pude conseguir costumizar un toon que me gustara o que de perdida me sintiera cómodo viéndolo pelear. Por otro lado, tienen poderes muy extraños como cuando reciben 50% del daño que deberían recibir por una caída porque rebotan. Sé que esto es pensar de manera muy purista, pero definitivamente me cuesta trabajo creer que algo como esto sea un talento de raza. En general, los pandas están rodeados de este tipo de humor. A los que les entretiene este tipo de chistes les van a gustar. A mi no.

Fuera de esto, la realidad es que funcionan bastante bien en sus mecánicas, tanto en las clases originales como en la nueva clase monje. Y completamente vale la pena dedicarle un rato a jugar con un panda para conocer más acerca de la historia.
Junto con los pandas, se agregó la clase monje. Verdaderamente ha sido una grata sorpresa a la hora de jugar. El monje es un jugar híbrido que puede optar por curar, hacer daño o ser tanque. Curiosamente, los monjes sólo pueden usar armadura de piel aunque estén en el rol del tanque. Es un poco parecido a los druidas. También el elemento que da fuerza a sus poderes es el “chi”.

En conclusión, creo que no es la mejor de las expansiones que han salido para WoW, pero no por eso deja de ser una buena experiencia obligada para los seguidores de la franquicia y completamente recomendable para quien quiera entrar a la luz de los MMORPGs por primera vez. Ocho.

Lok’tar Ogar.