Los Editores – Spielberg vs. las musas

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Háblame, musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, en un festival de cine independiente, comentó junto a George Lucas, el hijo de las estrellas, sus experiencias sobre los medios no cinematográficos. Habló a los invitados, respondió sus inquietudes y conoció las opiniones de muchos hombres que admiran su trabajo.

Mas ni aun así pudo librarlos, como deseaba, y algunos perecieron por sus propias locuras. “¡Insensatos!”, pensó el de ilustre cineasta. Cuestionaron a Steven si los videojuegos son un arte, uno tan valioso como el suyo, “el cuál está completo y no a medias, como la pintura o la música”, según sus agitadoras palabras. ¡Oh diosa, hija de Zeus!, cuéntanos, aunque no sea más que una parte de tales funestas cosas, cómo Spielberg contestó que los videojuegos nunca lo serán antes de que Zeus, quien lanza el ardiente rayo y amontona las nubes, haga lo propio y lo castigue.

Ya en aquel tiempo, además del juego basado en su obra fílmica, que terminó por vergüenza y malas ventas escondido en el desierto, el que había participado en el desarrollo de un juego para Wii, Boom Blox, cuya historia debía ser buena para salvar los corazones de la gente en duelo, no pudo sino salir malherido ante el gameplay: “Era reventar los bloques. Nada conmovía”.  Y el caso es que,  no solamente ése, sino hasta el Kinect, hijo de Microsoft, salió convocado en la batalla para lastimar al Wii, hijo de Nintendo, “esa cámara me hizo sentir, eso debe ser arte”.

Dime, oh, Musa, ¿por qué los Wii Remote no favorecieron su experiencia y ahora el director dice que los videojuegos no pueden ser un arte? Spielberg, que tan poca necesidad sentía por darles otra oportunidad, hallábase diciendo que el problema, además de los controles, más malos que buenos, era “que algo en su corazón se apagaba, convirtiendo dicha experiencia en un deporte”, que en pocas palabras y dicho a nosotros los mortales, no alcanzaba los profundos sentimientos que las musas inspiran en el arte.

Spielberg, ya sin querer saber nada de juegos, negaba una segunda oportunidad a The Walking Dead, Journey y The Last of Us, títulos que, según los presentes allá reunidos, formaban parte de las grandes experiencias que han tenido. El cineasta venerado, el rompe récords hollywoodense, concluyó diciendo que “si se necesita un control, no podrían ser tan artísticos y queridos como Indiana Jones IV”. Con que, vamos, más fecundo en ardides que el propio Odiseo, ciñó y batió la tierra y a la audiencia cual Poseidón con su poco amable comentario. Semejante ofensa a las otras artes, tan bellas y sencillas, que nacieron antes del cine y de las que éste obviamente se alimenta, ha de ser considerada. Las artes no están incompletas: son experiencias distintas, cada una poderosa en sí misma.

Dime, hija de las artes, si los videojuegos no mezclan la inspiración que regalas a los hombres en una única y preciada experiencia que sólo a los sueños se compara. Si tenemos a Las maravillas del mundo, viejas y nuevas, ¿qué problema hay con tener una nueva bella arte que tome los trazos de tus manos, las melodías de tu voz y hasta las mejores palabras que cuentan una historia tan épica como la de Odiseo? ¿Qué tendría de malo que, además de pensar en la producción, se tome en cuenta al jugador: que le quite su papel de espectador y le ofrezca un control, un papel protagónico y uno como coautor?

Responde, Musa, tú que otorgas inspiración multiforme que llega al corazón de los genios con talento para evocarte, ¿por qué quienes consideramos a los videojuegos una nueva arte tenemos que sufrir el desdén de quienes ya tienen su pasión catalogada como una?

 

Aquí pueden leer el artículo al cual me refiero

Staff Atomix
Equipo de editores de Atomix.vg