Hype desde los ojos de un cínico

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“Se puede ser escéptico, pero no cínico: el cinismo te aleja de la gente; los cínicos no sirven para este oficio”.

Ryszard Kapuscinski

El cínico se sienta en su escritorio. Se prepara un café. Le pone azúcar, mucha azúcar. Crema, aunque es intolerante a la lactosa. Se acuerda de esa gran promesa de los videojuegos que hace años se anunció, que tuvo buenos comentarios durante su desarrollo y que, por todo ello, ya ha asegurado su resultado.

El cínico no tiene el título en sus manos, pues le importa un pepino lo que jueguen los otros. Sólo se limita a mirar el fracaso y la molestia ajenas en una calificación que sólo sirve para dar fe de un error absoluto. ¿De dónde salió ese 4? ¿Del juego en sí mismo? ¿O de que no pudo levantarse ante el hype que armó su publicidad?

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“A veces el hype train no termina bien”

El cínico se ríe. Pero sabe que no es el único en su especie. Después de todo, ese juego crucificado se vendió como pan caliente hace 3 meses en las preventas. Se va a vender mañana y se venderá los próximos seis meses si le bajan el precio a la mitad.

Ya lo decía Public Enemy, después de todo. “Don’t believe the hype”.

Fábulas hiperboleanas

Si sientes el hype por un juego, te recomiendo comprar un diccionario. De acuerdo con la definición real del término en inglés, éste puede significar dos cosas: En primera instancia, la sobreexplotación mediática de un acontecimiento. A su vez, suele referirse a la exageración en las cualidades de un producto para vender.

Por eso, cuando Flavor Flav te decía con sus amigos y un reloj de pared colgando del cuello que no le creyeras al hype, quería decir que pensaras por ti mismo para generar una opinión, en vez de seguir lo que otro cínico te decía en un texto chairo como no se le ha ocurrido en meses.

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Entonces, ¿es hype querer ya comprar un juego que está por salir? No, estamos hablando del resultado, no de los sumandos. La consecuencia de ver cómo se habla muy bien de algo en todas partes y se conduce toda la atención mediática en algo que aún no existe.

Grand Theft Auto V. ¿Lo has visto bien? Por supuesto que no. Y, sin embargo, el hype mediático es tal que incluso hay cuentas regresivas para conocer la publicidad. A veces parece que esperamos los avances tanto como el juego mismo. Las experiencias han sido excelsas en anteriores entregas de la saga, de eso no hay duda. Y, en efecto, es de esperar que Rockstar nos entregue un juego casi perfecto. Pero ya se le cuelgan milagritos que todavía no se ha ganado por parte de personas que ni siquiera lo han visto en vivo.

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Hay cosas que el cínico acepta. Como el hecho de que ya apartó Metal Gear Solid V. Aún no sabemos si el sistema de juego se ha implementado bien, si el Fox Engine puede correr tan bien en consolas como lo vimos correr en PC. Pero estuvimos muy pendientes de tráilers llenos de referencias forzadas a la serie de parte de un tal Joakim Mogren. Lo peor de todo: se lo celebramos. Todo con publicidad disfrazada de una prueba para la destreza mental.

No hay peor muestra de cómo trabaja el hype que todas las opiniones existentes sobre las consolas de nueva generación. Haz un ejercicio de conciencia, en especial si has pronosticado la muerte de alguna compañía como consecuencia de los sistemas por venir. ¿Qué tan claro tienes lo que va a venir? Hay mucha opinión desmedida sobre el futuro, que bien podría darnos sorpresas. Buenas o malas. Sorpresas al fin.

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El 21 de mayo se devela, por fin, el proyecto Durango. La concepción generalizada sobre lo que podría darnos la consola es tan negativa y, por momentos, tan contradictoria que a Microsoft incluso podría venirle bien anular ESE punto crítico de la conectividad permanente, hacerlo pasar como una ventaja y echarse a la bolsa a dos que tres. Así funciona el hype.

No nos olvidemos que, al fin y al cabo, la publicidad no deja de ser tal cuando es mala.

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Compraventa, bara, bara

El cínico sabe que esta industria tiene un ansia brutal por vender. Sólo hay que mirar las cifras de costes de desarrollo y marketing que bien podrían paliar un poco el dolor a una pequeña nación en quiebra. Pero, seamos sinceros, un juego que no se vende rápido es tan redituable como darle dinero a Chipre y esperar a que te dé rendimientos inmediatos.

Tomemos, por ejemplo,  Tomb Raider. Si hacemos caso a las estimaciones del analista Billy Pidgeon, el costo en la producción se elevó a los 100 millones de dólares. De esta manera, indican, eran necesarias de 5 a 10 millones de copias vendidas para ser un éxito. En unas pocas semanas, sin embargo, ya había sido declarado fracaso con 3.4 millones de copias vendidas.

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Es por eso que las empresas alimentan el hype, la necesidad de permanecer durante meses con la total atención de los medios. ¿Por qué? El ritmo frenético del mercado hace que juegos considerados hace 2 semanas como la gloria máxima de esta generación desaparezcan de la memoria mediática y colectiva dejando poco rastro (Elizabeth, preciosa, ¿dónde te has metido todos estos días?) y sin ninguna ceremonia para despedirse. A su vez, el interés público baja y las ventas no se mueven con tanta premura.

Hay varios momentos en los cuales te preguntas: ¿cuántos tráiler he visto de este juego? Ya vi un tráiler por cada personaje, un avance por cada cosa que puedes hacer, y además te relatan parte de la historia. También te preguntas si es necesaria tanta grandilocuencia para lo que es: publicidad pura y dura.

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Entonces, te das cuenta que si Metal Gear Rising ha acumulado más de 30 videos, comerciales y tráilers publicitarios en Youtube se debe a que necesita amarrar toda la atención (y ventas, especialmente en preorden)  antes de desaparecer de la memoria generalizada.

Entonces, el cínico se da cuenta de que no es una víctima de lo que ocurre. De hecho, no existen afectados, sólo gente que se suma a la corriente o no. Entonces, aparece un elemento bastante claro: la conciencia de que, pese a todo, es parte del fenómeno y que sin él no puede vivir.

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Al César lo que es…

El hype da vida a los medios. No sólo para llenar el espacio con rumor y especulación: también porque el público parece pedirlo. Y es natural: cuando estás inmerso en una industria tan cambiante, es lógico que lo nuevo, lo que está por llegar, deseche a lo viejo tan pronto como se aparece.

El cínico rompe su cascarón cuando imagina los medios de videojuegos sin hype: sería una guía dedicada sólo a las existencias en tiendas físicas o en línea. La carnita, el debate, no tendría nuevos argumentos. Sobre todo aquellos basados en los datos, ambiguos o no, que las mismas compañías liberan de sus juegos.

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“Por desgracia a veces así se ve el debate”

La información circula de manera diferente a lo que habíamos visto en el pasado. ¿Recuerdan las viejas revistas en las que sólo teníamos especulaciones y revisiones forzadas de juegos sin chiste para llenar espacio? A eso se arriesgaría la prensa de videojuegos sin debate forjado al calor del hype. Nos guste o no, así es.

También no podemos olvidarnos de que el hype crea expectativa. La espera no sólo es larga y desesperante por jugar el título, también crea la esperanza de poder disfrutar de una gran producción y una experiencia a la altura. Esta espera le da sabor al juego, y hace que lleguemos a disfrutarlo con mayor intensidad.

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Claro, puede que te toque Aliens: Colonial Marines, con todo y hasta reclamos por publicidad engañosa en Europa. Y no fue esa la primera vez que el hype derribó todo lo que había construido el juego por no estar a la par. Pero, con tal de estar atentos a lo mejor, ¿quién no se monta en la ruleta de lo que nos depara el futuro?

El cínico, pues, se mira al espejo y sonríe. Sonríe porque también es seguidor de la corriente, como todos los demás. Sonríe porque es escéptico y no niega, con cinismo, que el hype mueve a los videojuegos de hoy en un intercambio justo de riesgo, decepciones y mucha expectativa.

Al fin y al cabo, la industria no versa en creer, sino en saber disfrutar.

Ernesto (Neto) Olicón
Colaborador en Atomix.vg. Amante de la pelea videojueguil, en cualquiera de sus presentaciones. Aventurero en mundos mágicos y contador de historias. Periodista de tiempo completo.